sábado, 30 de junio de 2012

La mente inquieta

Tuve la suerte de estar no hace mucho en otro magnífico taller con Ramiro Calle, del que no se para de aprender cuando se está junto a él. Se hablaron de montones de cosas muy interesantes y pudimos disfrutar largo y tendido de su siempre inspiradora presencia y clarividente discurso.

En cierto momento del debate un compañero preguntó y surgió el tema de los pensamientos rumiantes. Creo que no necesitan explicación... el que más el que menos los sufre a diario. El típico run-run que no te quitas de la cabeza... esa idea o preocupación que nos atenaza de vez en cuando... ese problema grandísimo que tenemos que parece que nunca se va a solucionar, ni nadie nos puede ayudar y que como descuidemos puede desembocar en la extinción inminente de la raza humana y de todo rastro de civilización "inteligente" en nuestro planeta...

Vale, estoy exagerando... pero es que somos así... Algunas veces, sin motivo objetivo ni aparente, solemos caer en la trampa mental de crearnos "falsos" problemas o de magnificarlos sistemáticamente. No sólamente eso... sino que además les cogemos un "apego" tal que no nos separamos de ellos ni para ir al baño... llevándolos con nosotros a todas partes en todo momento.

Mi padre, muy sabiamente, de pequeño me recordaba de vez en cuando... "No te preocupes... ocúpate", cuando detectaba que andaba "histérico" con algún tema que empezaba a sobrepasarme.

La lectura es simple, haz lo que honestamente puedas y buenamente esté en tu mano, todo lo demás, sobra... como muy acertadamente reza la vieja reflexión:

"Si tiene solución... ¿para qué te preocupas? y si no la tiene... ¿para qué te preocupas?"

Todos la conocemos y nos resulta tremendamente obvia... entonces... ¿cual es el oscuro motivo que hace que nos cueste tantísimo ponerla en práctica?.

Eso es lo que nos trae de cabeza... no poder controlar nuestro propio órgano pensante,  porque esa misma cabeza es la que nos "engaña" muchas veces o simplemente va "por libre"... y nos mete en unos berenjenales mentales en los que nunca pedimos entrar, pero que en los que muchas veces nos vemos metidos "hasta las axilas".

Eficiencia mental


A mi me pasa, como a todo el mundo, que de vez en cuando me levanto con una canción "metida" en la cabeza... y no sale ni con agua caliente, es peor que un picor insistente (y según de quien sea la canción más peligroso...). Parece como si solo puedes dejar de tararear esa canción si alguien te sugiere otra... pero acabas atrapado en una desesperante "paradoja musical".

Creo que tenemos en este tipo de anécdotas un ejemplo magnífico de lo tremendamente sistemática que es nuestra mente y su tendencia a entrar en rutina... a quedarse trabada en ciclos repetitivos que por momentos pueden resultar en un comportamiento más o menos obsesivo, y sobre todo lo peligrosamente "autónoma" que puede llegar a ser (más de lo que nos pensamos...). 

Deberíamos ser capaces de poner a funcionar nuestra mente de forma dirigida. Es decir, pensar cuando hay que pensar, de forma planificada y consciente hacia un objetivo, con control (mente grande), atando en corto al corcel desbocado para que no se vaya por los cerros de Úbeda (mente pequeña), y descansar la mente cuando hay que descansarla. El problema es que no siempre es fácil, y más si además no estamos acostumbrados.

Pensar cansa... y mucho, y si no hemos pedido pensar... ¿para qué agotarnos?. La mente es como un pura sangre que necesita de un buen jinete, nuestra conciencia, para poder sacarle el máximo partido posible, pero sobre todo, para que no muera por extenuacion.

Como dice ese anuncio publicitario de neumáticos, del que ya se ha echado mano alguna vez:

"La potencia sin control, no sirve de nada".

Tenemos claro que un músculo sometido a estrés, sobresfuerzo o mal uso se contractura, fatiga o sobrecarga... pero a veces no tenemos conciencia de que al cerebro le pasa exactamente lo mismo. El cerebro, fisiológicamente,  consume recursos (glucosa, fundamentalmente) y se fatiga (dolores de cabeza, migrañas, visión borrosa, etc...), pero mentalmente, unos malos hábitos pueden desencadenar en otros tipos de trastornos (tensión, estrés, ansiedad, depresión, etc...).

Por ello tenemos dos magníficos motivos por los que aprender a parar y controlar nuestros pensamientos:
  • No gastar más energía de la necesaria
  • Evitar posibles trastornos psicológicos a medio y largo plazo
Para ello debemos ser capaces de controlar la mente y el primer paso, es aprender a "callarla".

Domando la mente


Curiosamente, una de las cosas que más nos cuesta es "no pensar". Somos capaces de tirarnos en el sofá y no hacer nada... no mover ni un músculo... (alguien dijo siesta...?) pero nos cuesta horrores dejar de pensar. Acallar la mente... descansarla.

Desde pequeños aprendemos montones de cosas, recibimos educación física para tratar de mantener un cuerpo que nos sirva mejor, y procuramos llenar la cabeza con un montón de conocimiento pero lo que no nos enseñan es educación mental.

Usamos la mente como un almacén y tenemos que aprender a usar la mente de forma autónoma para hacer uso de ese conocimiento o para inferir otros nuevos, pero nadie nos dice como... Todo es un proceso que vamos descubriendo por nosotros mismos y que forja nuestro carácter, nuestra forma de ser... en base a lo que aprendemos, nos educan, vivimos, sufrimos, etc...

Básicamente podríamos decir que la mente puede estar en tres estados, llamémoslos, por ejemplo...

  • Productivo
  • Ruidoso
  • Calmado

En estado productivo, para la mayoría de los mortales, solo nos la encontramos muy de vez en cuando. Cuando realmente tenemos pensamiento consciente. Es decir, ponemos a nuestra mente a trabajar a nuestro servicio. Así debería ser siempre que estuviera "funcionando".

Calmada no está casi nunca, y por contra, el resto del tiempo está casi siempre en un estado "Ruidoso"... por libre... haciendo run-rún, o dejándose invadir por pensamientos de todo tipo y distinta índole.

Tenemos claro que el estado "ruidoso" no es deseable, y por tanto la mente debería funcionar, de forma óptima, oscilando entre los estados "Productivo" y "Calmado".

Llegados a este punto, la pregunta que parece obvia y que además se puede considerar "del millón de dólares"...

¿Como eliminamos el ruido de nuestra cabeza?


En el enlace de el principio se explican técnicas, pero yo voy a tratar de sintetizar y hablar en base a experiencia propia en lo poquito que he conseguido, pero que sinceramente considero que me ayuda.

Lo primero y más importante es tomar conciencia del run-rún, del pensamiento rumiante (o histérico u obsesivo) y no dejarse llevar por él. Impedir el "rapto mental" e intentar ir desplazándolo hacia afuera poco a poco y a la más mínima sospecha de sufrir un pensamiento rumiante (como cualquier otro pensamiento negativo) procurar apartarlo de nuestro escenario mental... tantas veces sea necesario, con paciencia, constancia y determinación (nadie ha dicho que sea fácil).

Al mismo tiempo hay que procurar ir ganando espacio de quietud entre pensamientos, y procurar que éstos sean productivos. Ésto se puede tratar de conseguir mediante algún tipo de meditación activa, es decir, a grosso modo, tener conciencia de lo que se hace sin dejar ser "violado" mentalmente por otros pensamientos. Así, si estoy haciendo cualquier actividad (planchar, lavarme, pasear, etc..) procuraríamos centrarnos en ello, sin dejar distraernos por ningún pensamiento; no como hacemos casi siempre que aprovechamos para "pensar" ya que estoy haciendo algo "rutinario"...  (rutina, esa gran trampa de la mente).

Esta técnica me permite además centrarme mejor en lo que hago y probablemente hacer las cosas mejor y de forma más eficiente (combatir la hiperactividad, centrarse mejor).

Con el tiempo se puede pueden probar técnicas de meditación "tradicional" donde ya sí se requeriría algo más de disciplina e invertir un tiempo en meditar específicamente. Hay montones de guías de meditación, pero lo fundamental es sentarse erguido, cómodo, cerrar los ojos, calmar la respiración... la mente... centrándonos en por ejemplo nuestra respiración y muy pendientes de expulsar cualquier pensamiento que nos invada... volviendo a tomar conciencia de la respiración... e intentando "vaciar" nuestra mente.

Al principio una música apropiada puede ayudar (melodía instrumental muy suave...) al igual que usar algún tipo de "fijador" (un objeto que observar para fijar nuestra atención en él).

Cuando se practica iremos notando que la desesperación inicial porque suene la alarma de los 5 minutos   (ese será el principal pensamiento rival a batir...) irá desapareciendo, y podremos ir prolongando los tiempos de meditación, que además se irán haciendo más placenteros (en lugar de estar nerviosos en impacientes), pudiendo disfrutar de una sensación de "reseteo mental", de calma y de quietud muy gratificantes.

La meditación no tiene porqué ser divertida, y sobre todo al principio no es fácil, como decía Mario Benedetti:

"Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio."

...pero con el tiempo se agradecen sus muchos beneficios.

Ese precioso sonido llamado silencio


Cuando estoy muchas veces en la ducha y me veo que no paro de repetir el mismo estribillo de una canción... digo: PARA ! y mi mente calla... por un instante... porque al rato vuelve a hacer run-rún... y lo más seguro que vuelva a tener que insistir en mi aseveración para que vuelva a callar. Al final, con suerte, como un niño pequeño y revoltoso, acaba callando... y a partir de ahí es cuando empiezo a poder disfrutar del silencio...  

Empiezo a escuchar el agua caer... a notar el agua sobre la piel... a saborear delicadamente las gotas que se escapan por las comisuras de los labios... a escuchar a esos pájaros tras la ventana... y es cuando al menos por un instante tomo conciencia del momento, del presente, del aquí y del ahora, sin anclarme en el pasado y sin preocuparme por el futuro... disfrutando del momento.


"Los ríos más profundos, son siempre los más silenciosos." (Curcio)

lunes, 11 de junio de 2012

El poder de uno

Hoy, en el aniversario del acontecimiento, rescato la historia de esta impresionante fotografía que suelo comentar a menudo, para ilustrar hasta donde puede llegar la voluntad, el poder de la mente y el control de ésta sobre el cuerpo... fotografía que realmente encierra mucho más...


El monje ardiendo se llamaba Thich Quang Duc, y se autoinmoló en mitad de una calle de Saigón a plena luz del día durante una manifestación (tal día como hoy 11 de Junio, del año 1963) como símbolo de protesta contra Ngo  Dinh  Diem, líder vietnamita apoyado por EE.UU y que llevó a cabo una campaña antibudista en el sur de Vietnam.

La escena fue presenciada por periodistas estadounidenses, y en concreto, esta impresionante foto ganó el premio Pulitzer el año 1963.

Durante el acontecimiento el monje adoptó la postura de loto y entró en meditación, a continuación otro monje lo roció con un líquido inflamable y le prendió fuego... a partir de ahí comenzó a arder y se consumió sin inmutarse.

Un reportero relató:

"[...] Mientras se quemaba no movió ni un músculo, no pronunció ni un sonido, su compostura contrastaba con los lamentos de las personas a su alrededor."

Curiosamente esta misma imagen fue usada en el primer disco homónimo de "Rage Against the Machine", por su impacto visual y su marcado mensaje de protesta, muy acorde con la tendencia del grupo.

Esta práctica se generalizó entre otros monjes budistas (bonzos), como protesta "silenciosa"... de ahí la expresión "quemarse a lo bonzo".

Para aquellos que quieran ver el video con la cruda secuencia completa, pueden verlo en:


...el poder de la voluntad


"Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad".

Cuando alguien es capaz de hacer algo así, es para pararse a pensar... denunciar una situación dando tu propia vida, trascendiendo más allá de todo lo humanamente comprensible. Se debe estar muy convencido de ello, sin duda, y tener muy claro qué hacer.

La voluntad es lo que posibilita vencer

nuestras supuestas limitaciones.
En la imagen Oscar Pistorius
Me hace recapacitar en que, en oposición a este ejemplo, más de la cuenta solemos caer en la tentación habitual de pensar que nosotros no podemos hacer nada por cambiar las cosas... que no somos capaces de cambiar ni siquiera nosotros... que una sola persona no tiene fuerza para ir en contra de la mayoría... pienso que muchas veces falta voluntad.

A menudo tiramos la toalla víctimas de la pereza mental que nos embauca haciéndonos pensar que "seguro que me supondría demasiado esfuerzo"... Pensamos que es inalcanzable... y no pensamos, que a veces, nosotros mismo podemos ser el cambio. En otros contextos quizás una voz se puede alzar sobre el resto... una idea se puede hacer valer... y merece la pena probar que el poder de uno se puede hacer valer si se dispone de la suficiente voluntad.

Cuando se piensa que no nos queda nada, quizás deberíamos recordar que siempre nos queda nuestra propia voluntad. Dicen que la fé mueve montañas, y quizás la voluntad pasa por ser la fé en uno mismo.

Por tanto, mi máximo respeto a todas las personas que a lo largo de la historia y actualmente hacen algo por cambiar las cosas, que se esfuerzan por ser mejores, por progresar, por evolucionar, que prueban sin temor a equivocarse... que luchan desde sus respectivas posiciones por un mundo mejor, por un mundo más libre, un mundo más justo... y que dicen lo que hay que decir, hacen lo que otros no se atreven a hacer y tienen la voluntad de ser y ejecutar el cambio, en cualquier ámbito y en cualquier contexto.

¿Qué seríamos de nosotros y del mundo si no mantuviéramos nuestra propia voluntad... (aunque sea menos de la que quisiéramos)? Imaginemos si fuésemos capaces de llevar a cabo la mitad de las cosas que pensamos que "algún día" deberíamos o querríamos hacer... 

Cuando veo que mi voluntad flaquea procuro acordarme de mi madre, una de las personas con más voluntad que conozco (gracias, mamá!). También me suelo acordar de la inspiradora frase de Albert Einstein:

"Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad."


...por tanto, dejemos que fluya.