miércoles, 19 de diciembre de 2012

Setenta veces siete

Era yo bastante más joven de lo que soy ahora, un chaval... cuando solía conversar de vez en cuando con un buen amigo sacerdote, el Padre Paco, o Paco a secas, como a él le gustaba que le llamaran... sin adornos. Un hombre mayor, cercano y lleno de sabiduría, como casi todas las personas que ya pasan de 60... fallecido hace bastantes años, pero que aún recuerdo a menudo por ser de esas personas que de alguna manera te marcan, te inspiran.... te ayudan a tallar el espíritu y te ayudan a madurar y a que uno pueda ser, si quiere, mejor persona.

Salió el tema del perdón... delicado tema, muy delicado...

Yo le exponía que sí, que está muy bien eso de perdonar, que queda muy bonito y todo eso... pero que dependiendo del caso, igual no es posible.

Le preguntaba yo a Paco:

- "¿Como se va a perdonar a un asesino, por ejemplo?"

- "Muy "fácil"", decía él, con una sutil sonrisa que auguraba una lección que me iba a costar entender... "igual que perdonas a alguien que quieres por una tontería... aunque eso sí... requiere práctica, y voluntad. Hay que ser capaz de perdonar muchas veces, independientemente de la causa, para llegar a poder perdonar de verdad."

-  "¿Cuantas veces hay que ser capaz de perdonar a alguien?", cuestionaba yo.

- "Al menos, setenta veces siete...", respondió, tirando de recurso bíblico.

- "Osea... 490", le dije yo de forma asertiva, dejando claro que sabía multiplicar...

- "Puede", añadía él, "Pero yo creo que más bien se refiere a 70 sietes, uno detrás de otro...", me decía, mientras daba saltitos con su índice en el aire... "es decir: 7777...777..."

Ante lo cual yo, por respeto ante él guardé silencio (por no llamarle "exagerao", que era lo que realmente pensaba y me daban ganas...).

Una cosa está clara, pienso... si eres capaz de perdonar 777...777 veces algo, no hace falta que sigas contando, eres capaz de perdonar cualquier cosa. Y quizás ahí reside "el truco", en no llevar la cuenta... en no tener en cuenta nada a nadie... en no "apuntar" que "ésta te la guardo"... tan solo dejar fluir, sin más.

Vale, muy bien, pero si solo una "medio gorda" ya no soy capaz de perdonarla, como voy a dejar pasar el resto...?

Cuestión de perspectiva


Muchas veces hemos escuchado la frase de "yo perdono, pero no olvido" (¿alguien más está tarareando "Forgiven Not Forgotten", de The Corrs...?), y la persona que la dice la espeta con mirada cinematográfica esperando de nosotros un "ooohhhh"... Pues qué quieres que te diga, compañero... dudo mucho que realmente estés perdonando... como mucho estás haciendo "el papel", pero yo entiendo que eso no es perdonar. Eso se puede llamar, por ejemplo, "espera paciente y políticamente correcta de oportunidad de venganza premeditada" (vale, ha quedado algo largo...), y aunque algunos clamen a que "la venganza es un plato que se sirve frío", o "el dulce sabor de la venganza"... por muy dulce que resulte, digo yo... ¿cuanto amargo has tragado hasta que llegue?, si llega... y aunque llegue... ¿merece la pena...? ¿compensa...?

Perdonar va más allá... a mi entender perdonar implica olvidar, porque si no, el rencor puede anidar en ti, apoderarse de tu corazón hasta pudrirlo... y la magia del perdón reside en que libere tanto al perdonado, como al que perdona. Como una manifestación más del amor, es un juego de dos (salvo que uno deba perdonarse a si mismo y deba asumir los dos roles).


No siempre es fácil


Claro que no, si no no tendría mérito...  todos lo haríamos sin esfuerzo y éste sería un mundo maravilloso e ideal... 

De todas formas, seamos un poquito objetivos... la mayoría de las veces nos "picamos" por tonterías, cosas sin importancia, es más, aún con alguna importancia relativa, es posible que muchas veces seamos víctimas mutuas de la falta de entendimiento, sin existir tan siquiera mala voluntad por ninguna parte.

Sí vale, pero ¿y si hablamos de "causas mayores"...? ¿Merece ser perdonado aquel cuyo crimen es mayúsculo o que ni siquiera se arrepiente...? Pues quizás no (o sí...), pero lo que está claro, es que debería ser un ejercicio practicado por aquellos que realmente pretenden ser mejor persona, y que cada uno debe ocuparse de su parte, así como el otro de la suya, según el papel que te toque jugar.

No sirve darse golpes de pecho de cara a la galería, y luego estar apuntándole la matrícula al prójimo "a la de menos de cambio"... porque además nadie está libre de equivocarse, así que más nos vale no juzgar al que tenemos en frente, porque mañana la situación puede ser a la inversa y los papeles se reparten de forma distinta en esta comedia que es la vida.

¿Debo entonces aguantar o permanecer junto a alguien que no para de fastidiarme sistemáticamente...? No... no tenemos porqué... deberíamos poder (debemos) alejarnos de aquellas personas que resulten nocivas en nuestra vida si la cosa no tiene remedio, pero posiblemente sea mejor opción hacerlo sin  acritud ni rencor, ¿no?.

El poder del perdón


No me refiero al poder obtenido mediante el perdón... y se me viene a la cabeza la escena de la Lista de Schindler cuando el propio Oskar Schindler insta al oficial de las SS Amon Göth a que ejerza el perdón, como muestra de poder... mal entendido, aunque pretendiendo un buen fin; me refiero a lo que el perdón reporta cuando se perdona de verdad, de forma sincera... de corazón, no de forma banal, hipócrita o instrumentalizada.

Quizás el verdadero poder del perdón reside en la liberación... No hace falta buscar pretextos metafísicos, o cuestiones divinas para ser capaz de perdonar... debería atenderse más a motivos personales, y muchas veces es mucho más simple y se trata más de una cuestión netamente práctica... si somos capaces de llevarla a cabo.

No se es libre hasta que se perdona o se es perdonado, porque mientras tanto, el que busca el perdón sufre por no obtenerlo (si tiene conciencia), y el que le toca perdonar, si no se es suficientemente ecuánime, corre el riesgo de ser pasto de la indignación, por ejemplo, o ser llevado por los demonios, víctima de la ira... y como decía William Shakespeare:


"La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro."


Si nos anclamos en el pasado, no dejamos pasar una afrenta, y nos dejamos dominar por las emociones mal canalizadas, reviviendo inútilmente una y otra vez un amargo recuerdo, entonces no estaremos preparados para vivir el presente y mucho menos para afrontar el futuro.

Todos podemos fallar alguna vez, pero ello no nos debería privar (salvo casos excepcionales) de la oportunidad de poder seguir ofreciendo quizás muchas otras cosas más.

Quizás, al final, la cuestión no es si es posible o no perdonar algo... sino si somos o no capaces de hacerlo. Para lo que unos puede ser imperdonable, para otros puede no ser más que otro accidente del que aprender en esta senda que nos toca caminar.