viernes, 23 de agosto de 2013

Establecer límites


La presión que viene de fuera


Vivimos en una sociedad que constantemente nos está exigiendo, pidiendo de nosotros mismos que demos el 120% (como mínimo...), creando modelos de lo que debemos ser, de lo que pensamos que los demás esperan que seamos...

A veces nos encontramos superados por la circunstancia hasta el punto de generarnos una gran ansiedad ante la impotencia de no poder, o no ser capaces de ver la salida a la situación que se nos plantea. Nos preguntamos "por qué narices estoy aquí" o "por qué estoy haciendo ésto"...

Otras veces nos encontrarnos con responsabilidades o demandas que nos puedan superar, y por ello, a veces, hay que saber y ser capaz de decir No. Decir No, es natural, debe ser una opción... y no defrauda más que a nuestro propio ego o a aquellos que no merecen nuestro aprecio.

Decir Sí está bien, siempre que se pueda y no seamos esclavos de él.

El problema comienza cuando se posa en nosotros la oscura nube de la frustración... y ésta se vuelve más y más densa cuando esta situación se repite, y la norma se vuelve apatía, hastío, indecisión, falta de energía vital y del ánimo necesario tan siquiera para mirar a un horizonte lleno de incertidumbre que se nos torna cada vez más difuso e ingrato, porque nos encontramos víctimas de una situación que no deseamos o no entendemos; que muchas veces sentimos que no merecemos y de la que nos cuesta salir

Gabriel García Márquez dijo:

"Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no."


La autoexigencia, cuando la presión viene de dentro


Exigirse a uno mismo puede ser útil... nos motiva, nos marca objetivos, pero siempre que sea de una forma sensata y razonable, atendiendo a nuestra circunstancia y capacidades, aunque puede ser un grave error generarnos a nosotros mismos una presión que no necesitamos, porque cuando la autoexigencia se vuelve obsesiva tenemos un problema... uno de verdad.

Además nos va a costar darnos cuenta, y suele ser tarde cuando los primeros síntomas afloran. Es nuestro propio cuerpo el que chilla "basta", muchas veces somatizando físicamente problemas de una conducta que empieza a desordenarse más de la cuenta.

Ícaro, volando hacia el sol...
Nuestra capacidad, aunque enorme y expansible, llega a un límite y debemos aceptarlo, porque va a ser el indicador de nuestra frontera.

Deberíamos ser capaces de evaluar de la forma más objetiva posible una situación y establecer con criterio si somos o no capaces de acometer una tarea. Si no somos capaces, y nos comprometemos a ello sin ayuda, no le estamos haciendo ningún favor a nadie, y menos, a nosotros mismos.

Está en nosotros ampliar nuestros propios límites... pero no romperlos, abrazarlos y aceptarlos, porque romperlos puede implicar fracturarnos a nosotros mismos; disfrutar con lo que hacemos y con lo que somos, al tiempo que evolucionamos y procuramos sentirnos realizados, sin esperar aprobación ajena.

El vuelo de Ícaro... fue precioso, hasta que se quemó las alas... Hay que saber parar, colmar nuestra satisfacción en su justa medida, con criterio y mesura, siguiendo a nuestro corazón pero sabiendo escuchar de forma sensata a nuestra razón.

Plutarco, sabiamente, indicaba:

"El trabajo moderado fortifica el espíritu; y lo debilita cuando es excesivo: así como el agua moderada nutre las plantas y demasiada las ahoga."


Mirando hacia nosotros mismos


¿Donde está la línea...? Suele ser difusa y no tiene por qué ser fácil ubicarla, pero conocernos a nosotros debería poder ayudar.

Es nuestra responsabilidad intentar conocernos a nosotros mismos de forma que seamos capaces de aceptar nuestras limitaciones al mismo tiempo que potenciar nuestras virtudes. El universo nos da unas cartas, y está en nosotros aprender a jugar con ellas para forjar nuestro destino.

La persona que más tiempo merece para ser conocida en profundidad es uno mismo. A través del conocimiento propio podremos disponer de las herramientas necesarias y mecanismos para poder actuar con un criterio más preciso.

Deberíamos ser capaces de poder disponer de tiempo propio. Descansar no es perder el tiempo, es invertir en una "parada técnica", necesaria para un mejor rendimiento y a la postre un mejor funcionamiento.


"La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo."

(Galileo Galilei)

domingo, 27 de enero de 2013

La espiral de la consciencia


La segunda acepción de Homeostasis según el DRAE, es:

Autorregulación de la constancia de las propiedades de otros sistemas influidos por agentes exteriores.

...o de otra manera, aplicado a nosotros mismos... Nuestro cuerpo siempre va a tratar de adaptarse a factores externos en busca del equilibrio.

Esto tiene que ver, por ejemplo, con una cojera. Si un pie no nos responde bien, y no podemos pisar firmemente con él, nuestro aparato locomotor va a procurar suplir esa carencia, haciendo que, en un principio, la otra pierna se acabe tonificando más para soportar igualmente todo el peso del cuerpo.

Es más... si la cojera perdura, posiblemente ciertos músculos se acortarán, y con el tiempo, padezcamos una desviación de cadera junto a otros desajustes. Un día, igual nos damos cuenta de que aunque podemos pisar bien con el pie que en un principio nos daba problemas, nuestro cuerpo ya se ha "reajustado", o "desajustado", según se mire.

Desajuste progresivo


Es curioso, pero aunque nuestro cuerpo, está, a priori, bien configurado "de origen", conforme crecemos nos vamos encargando de desajustarlo. Basta con ver la suela de nuestros zapatos. Posiblemente estén gastadas de forma irregular, y de forma distinta en un pie con respecto al otro.

Un trauma, o un simple dolor en un dedo de un pie, basta para modificar la forma en la que pisamos, en la que caminamos, en la que andamos por la vida...

Este aspecto es totalmente extensible al resto del cuerpo, y lo más importante, es que no hace falta padecer un trauma físico para sufrir un desajuste físico. Podemos sufrir un trauma emocional, una mala racha o tratarse simplemente de una cuestión de actitud para que nuestro cuerpo se "ajuste", reaccionando ante ese factor interno o externo. De la misma manera en la que cambiamos de humor si algo nos duele o nos molesta, se puede acabar influyendo físicamente en algo originado mentalmente.

El peso de nuestras preocupaciones se acumula en nuestra espalda, curvándola hacia adelante... la tensión y estrés del trabajo eleva nuestros hombros hacia arriba... hasta parece que uno pesa más cuando el ánimo falta.


Somatización, entrando en la espiral



El ejemplo más simple lo tenemos cuando acabamos con problemas de estómago debido a una secreción excesiva de jugos gástricos... literalmente llegamos a "amargarnos". Todos nuestros sistemas están conectados por lo que un desajuste en un punto puede ocasionar consecuencias en otro, y viceversa.

Un gran error de la sociedad occidental es seguir pensando en el cuerpo, mente y alma (emociones) como entidades separadas y en seguir empeñados en tratarlos por separado, intentando quizás dar remedio a síntomas físicos originados emocionalmente. El Myolastan te va a ayudar a dormir mejor esa noche, y posiblemente te levantes más "suave", pero si no tomamos consciencia del problema subyacente, de la emoción reprimida, de la preocupación obsesiva, nuestros músculos se volverán a tensar...

"El cuerpo grita lo que la boca calla"
(Nelson Torres, Doctor en Psiquiatría)

Sin consciencia la homeostasis tiene un riesgo, y es que el sistema puede realimentarse negativamente, es decir, ahondar más en su desajuste o crear otros nuevos si no ponemos freno al trastorno real; y normalmente cuanto más tardemos en darnos cuenta más complicado será descubrir y corregir el problema de base.

La enfermedad no es más que una señal del cuerpo intentándote decir algo. Si no lo escuchas, más fuerte gritará.

Estrés, tensión en hombros, dolor de cuello, incomodidad, irritabilidad, estrés de nuevo pero con más facilidad... y vuelta a empezar... una terrible espiral que nos puede arrastrar con fatales consecuencias.

Ausencia de consciencia, la oscuridad


Hay infinidad de tareas cotidianas que ejecutamos de forma mecánica, sin darnos cuentas. Nos ponernos el cinturón en el coche con el mismo gesto del brazo y juego de cintura, nos apoyamos en el lavabo echando el peso sobre la misma mano mientras nos lavamos los dientes con la otra, nos agachamos y abrimos de lado esa puerta del rincón donde tenemos metida al fondo la cacerola... siempre igual... Somos animales de costumbres, nos sentimos más cómodos cuando no tenemos que pensar como hacer las cosas o tener que descubrir nuevos caminos para alcanzar un determinado objetivo que ya hemos explorado con anterioridad.

La inercia, la destructora de la consciencia, nos pone a prueba constantemente. No solamente está el riesgo físico de un gesto repetitivo que nos puede llevar a una contractura u otro tipo de problema, sino más allá de eso el asumir una actitud "zombie" que nos acarree otros tipos de problemas más allá de evitar obtener el máximo potencial de nosotros mismos.

Una crisis de ansiedad, a raiz de un problema puntual, me puede empujar, por ejemplo, a una crisis de sueño o simplemente a comer más de la cuenta, mal y de forma desordenada; lo que a buen seguro me hará engordar, al margen de los posibles problemas de salud. Ésto puede llevar de la mano a una baja autoestima, decaimiento... pero aún así, siempre me permitiré una chocolatina como premio y "compensación" al mal día que he tenido en el trabajo... y vuelta a empezar.

Perdemos la perspectiva, perdemos la consciencia. Nos movemos, pero hemos dejado de ver el camino.

Corrigiendo el sentido de la espiral


Pararnos y recapacitar, ser capaces de romper la tendencia y conseguir hacer girar la espiral hacia el otro sentido, el sentido constructivo, el positivo... deber ser un ejercicio que deberíamos ser capaces de realizar regularmente, siempre de forma consciente.

Ante un problema deberíamos ser capaces de saber reaccionar y no dejarnos arrastrar. Si noes así, es clave saber rectificar una mala actitud y poder corregir un mal hábito.

Algunos pasos que quizás puedan ayudar:

  1. Tomar consciencia de la actitud o hábito insano. Necesidad de profunda autocrítica desde  una sincera humildad. De nada nos vale engañarnos a nosotros mismos.
  2. Interiorizar y reflexionar sobre lo que está mal para poder tomar medidas. Voluntad para poderlas llevar a cabo.
  3. Aplicar las medidas oportunas para desterrar los malos hábitos. Constancia para reforzar los nuevos hábitos.
  4. Revisar la aplicación de las medidas y corregir costumbres insanas. Reforzamiento y afianzamiento de una actitud global más positiva.

Te invito a que la próxima vez que des un paseo te observes, escuches a tu cuerpo, reflexiones en como andas, como pisan tus pies, como se mueve tu cadera, como de curvada llevas tu espalda, si tu pecho está abierto o por el contrario tus hombros caen abatidos... y que sobre aquello que no te cuadre te plantees... ¿por qué...?

Nadie mejor que uno mismo tiene la respuesta... "sólo" debemos ser capaces de encontrarla. Interiorizando... siguiendo las pistas y susurros que nuestro cuerpo nos da antes de que se tornen en dolorosos alaridos... procurando sanas costumbres que nos ayuden a conservar una actitud positiva y constructiva hacia la vida, permitiéndonos disfrutar de ella en plenitud, como realmente merecemos.